jueves, 26 de junio de 2014

APUNTES PARA UN ESTADO PLURINACIONAL

ESTADO PLURINACIONAL I. ANTECEDENTES El proceso político, social e histórico que vive actualmente la sociedad boliviana es, sin lugar a dudas, fascinante para las ciencias sociales. Fundamentalmente, por la dinámica histórica y política que la domina. El tiempo político y social es vertiginoso, arrollador, y volátil, con una velocidad tal que todo cambia de un momento para otro. Es la experiencia de asistir a una revolución, de una historia en construcción. De la cual no es posible conocer su desenlace, el proceso está dominado, por lo tanto, por la incertidumbre. Todo puede pasar. Pero, de una cosa sí estamos seguros, nada será como antes. En realidad, la historia de la sociedad boliviana cambió radicalmente desde la rebelión indígena y popular a finales del siglo pasado. Este cambio radical, la revolución democrática y cultural, ha tenido como lugar preferencial los marcos institucionales tanto del Estado como del régimen político. En los últimos años, especialmente, desde la aprobación de una nueva Constitución Política del Estado, en el año 2009, asistimos a la construcción política y social de una nueva forma de Estado: el Estado Plurinacional y a un nuevo tipo de régimen político, la democracia social participativa. La construcción histórica y política tanto del nuevo Estado como del nuevo régimen político democrático, constituyen serios desafíos tanto teóricos como históricos para los actores políticos y sociales estratégicos involucrados en el proceso. La nueva revolución política y social boliviana, gestada, impulsada y desarrollada por los pueblos originarios y los movimientos sociales populares, la rebelión de la plebe, al decir de Álvaro García Linera, puso en el horizonte de posibilidades la construcción de nuevas instituciones políticas. En un momento histórico-cultural en que todo señalaba más bien el triunfo de lo establecido y el rechazo generalizado al cambio, a la transformación, a la emancipación social, irrumpió desde el fondo social la fuerza milenaria de los pueblos originarios, para instalar el cambio político revolucionario. A través de los mecanismos propios y más característicos de la democracia liberal representativa. II. DESARROLLO En efecto, a pesar de las múltiples acciones sociales directas y de confrontación con el poder gubernamental y estatal establecido, los movimientos sociales populares e indígenas bolivianos nunca renunciaron a la deliberación democrática ni tampoco a los mecanismos propios de la democracia electoral existente desde la recuperación de dicho régimen político en los años ochenta del siglo pasado. Todo lo contrario, su vía política combinaba lo insurreccional con lo institucional. Buscaba modificar lo existente, no a través del “asalto al palacio de invierno” tan propio de la izquierda no sólo latinoamericana sino mundial post-revolución rusa de 1917 o revolución cubana de 1959; sino, más bien, la nueva izquierda social boliviana privilegiaba ante todo la vía política institucional democrática. Su objetivo, construir una nueva forma estatal y un nuevo régimen político democrático. He aquí el elemento central de la nueva revolución boliviana. En el periodo que va del año 2005 a 2011, el sistema tradicional de partidos políticos junto con sus estrategias de pactos para formar gobiernos, se agotó casi por completo. Los traumas de gobernabilidad hicieron que la reconstrucción de una hegemonía asentada en los partidos, actualmente sea muy difícil. Sin embargo, también es fundamental reconocer que el sistema democrático requiere una mínima cohesión de grupos parlamentarios (fuerzas tanto del oficialismo como de la oposición) para apoyar varias políticas públicas, pues de otro modo la democracia, según la experiencia boliviana, tiende a tambalear. La derrota política del proyecto autonomista oriental, que en su ala radical se convirtió en separatista, la hegemonía del actual gobierno y no obstante aquello los desafíos de construcción de un Estado plurinacional con autonomías, de una gestión pública que encamine las transformaciones propuestas. Es un estudio que fue parte del proyecto de Investigación para el Fortalecimiento del Estado boliviano dentro del proceso de cambio. III. CONCLUSION Una reforma presidencialista del Estado podría implicar el desarrollo de un conjunto de funciones simbólicas e integradoras de la Presidencia, trabajando estrategias favorables para efectivizar un nuevo liderazgo, ya que el papel del líder en los procesos de modernización y cambio social es fundamental. Debemos aceptar, finalmente, que el caudillismo es una variable eterna en el sistema democrático, pero con la posibilidad de cumplir una función simbólica, como por ejemplo la tarea de cohesionar a la comunidad política y contribuir a trazar un sentido de identidad común que inaugure un espacio propicio para tomar decisiones legítimas, útiles y estratégicas en el largo plazo. El presidencialismo tiende a enlazar lo regional, lo nacional y lo social. Lo que hoy observamos en Bolivia es la lucha histórica de “sus pueblos” por lograr que esa forma política se transforme también en una forma de convivencia social, que haga posible la libertad y la igualdad, las dos permanentes promesas incumplidas de la democracia liberal. Para ello debe iniciar la convergencia de los cambios políticos institucionales con los socioeconómicos, otro tema pendiente de la construcción democrática, social y participativa. BIBLIGRAFIA GAMBOA F., “Teorías de la democracia en pugna: Una evaluación crítica del sistema político en Bolivia”, La Paz, Bolivia, 2011, 1er libro Fundación KAS.

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